[lectura de cuatro minutos]
¿Es eso un gruñón en tu barriguita?
Nuestros cuerpos nos hablan. Pero en un mundo ruidoso y ajetreado, es fácil malinterpretar lo que dicen, ignorarlos o no escucharlos en absoluto. Comer conscientemente nos invita a mejorar nuestras habilidades de escucha para que podamos escucharlos y tomar decisiones alimentarias más informadas. Un punto de partida para una alimentación consciente es aprender a reconocer el verdadero hambre de sus impostores. Repase esta serie de preguntas de reflexión para descubrir qué está pasando en sus entrañas.
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Comience con unas cuantas respiraciones para relajar la mente y prepararse para la escucha activa. Después de restablecerte de esta manera, concéntrate en tu estómago. ¿Cómo se siente? ¿Está vacío? ¿Está retumbando o gruñendo? ¿O ninguno de estos signos está presente?
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¿Qué pasa con tus niveles de energía? ¿Puedes afrontar lo que tienes delante sin sentirte mareado, irritable y tembloroso?
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Si su estómago está bien y sus niveles de energía no son bajos, reflexione sobre las emociones que podría estar experimentando justo debajo de la superficie. ¿Estás triste, solo, enojado o asustado? ¿Qué sentías justo antes de dirigirte directamente a la máquina de bocadillos?
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Si no tienes hambre física y no experimentas emociones difíciles, ¿estás aburrido? Por otro lado, ¿está particularmente estresado y abrumado por la pila de tareas pendientes en su escritorio?
Alimenta tu mente
Si al revisar estas preguntas se revela que realmente tienes hambre de proteínas, carbohidratos o grasas, eso es perfecto. Uno de avena durante la noche desayunos ricos en nutrientes daría en el clavo. Si lo que descubrió es que algo más está impulsando su hambre, ¡eso también es una victoria! Muchas otras señales, como la ansiedad y el estrés, evocan una sensación similar al hambre y hacen que anhelemos consuelo. En términos neurocientíficos, ese anhelo es por la serotonina, una pequeña y maravillosa sustancia química que nos recompensa con una sensación de bienestar, confianza y placer. Cuando estamos “llenos” nos sentimos felices como una almeja. Cuando nos estamos quedando sin... no tanto. Aquí hay algunas cosas que puede hacer para obtener su dosis de serotonina sin comer sin pensar:
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Recuerde un logro pasado o un cumplido que haya recibido. Si no se le ocurre ninguna, piense en una idea creativa que le interese compartir con los demás. Deja que tu mente se marine en estos pensamientos, reviviendo o imaginando todos los detalles y disfrutando de todas las emociones positivas que te invaden.
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Llame a un amigo o escriba un diario sobre el estrés que está experimentando. Reflexiona sobre cómo te sientes después de desahogarte.
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Sal a caminar o haz algunos estiramientos mientras respiras profundamente y purificadamente.
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Cura tu aburrimiento abordando esa tarea que has estado evitando durante meses. Cue "We Are the Champions" o tu canción de victoria favorita.
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Tomar una siesta. A veces, un poco de sueño es el “refrigerio” perfecto para tu cerebro.
Comer para celebrar un evento o porque se nos hace la boca agua con un plato concreto está bien en ocasiones. La culpa no es el objetivo de una alimentación consciente. En cambio, podrás disfrutar plenamente del pastel en la próxima fiesta de cumpleaños a la que asistas porque será una elección informada, no una reacción inconsciente.
Comida para el pensamiento
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